Una persona vive de acuerdo a su propia identidad cuando desarrolla su propio potencial. Cuando lo hace es capaz de lograr prácticamente todo lo que se proponga. Conoces a muchas personas así. Lo consigue porque enfoca toda su energía, utiliza toda su inteligencia y entrega todo su amor a desarrollar ese potencial porque eso le apasiona. Entonces entra en estado de flujo y disfruta de lo que está haciendo.
La filosofía para niños que yo practico va en esta línea. Si bien, trabajamos también el espíritu crítico del niño para que se pueda convertir en un ciudadano moral que sepa solucionar sus conflictos dialogando de forma asertiva. Para ello, opinamos y debatimos entre todos sobre conceptos educativos tales como: amor, mentira, miedo, violencia, libertad, atención, esfuerzo, etcétera. Todos ellos fundamentales para sentirse pleno interiormente y para disfrutar felizmente de la vida.

miércoles, 10 de diciembre de 2014


EL NINI Y SUS CIRCUNSTANCIAS



Como bien sabrás, el nini es una persona que ni estudia ni trabaja. Alguien que no hace nada productivo, que ve pasar su vida como un mero espectador, que llega incluso a molestar socialmente y que está en contra del mundo, en general, y de sus padres, en particular.

El nini carece de confianza en sí mismo, porque siente que habita en la “nada”. Esta desconfianza le lleva a perder la energía y la ilusión, lo que provoca, a su vez, que lo poco que hace le salga mal. La baja autoestima, pues, forma parte de su modus vivendi.

Si nos quedamos con aquella máxima orteguiana que decía que yo soy yo y mis circunstancias, entonces el nini también tendrá unas circunstancias. Y como a mí, que soy terapeuta filosófico, me gusta reflexionar y tratar sobre casi todo lo que atañe al ser humano, entonces voy a opinar sobre sus circunstancias.

Pues bien, estoy seguro que estos adolescentes, cada vez más cuarentones, han perdido su fe en el sistema, pues este les tiene asfixiados, ya que o sirves para algo productivo o no vales “nada”. Tampoco tienen expectativas de futuro, ya que el panorama laboral está como está. Además, se sienten abandonados a su suerte, sentados en la calle, fumando y sin ilusión por “nada”.

Sin embargo, estas circunstancias son externas a ellos mismos. Por lo que en un nivel más profundo, lo que les ocurre a estos adolescentes es que han perdido su Identidad en el camino. Es decir, no se tienen ni a sí mismos. No poseen “nada”.

Se creen libres porque no presentan ataduras ni se comprometen con “nada” ni con nadie, pero son esclavos de esa “nada”, porque les está determinando la calidad de su vida de forma muy seria.

No es la “nada” del que se reinventa, muy sana por cierto; ni la “nada” del sereno interiormente, mucho más sana aún; sino la “nada” de su nula Identidad, que es la más seria de todas por su capacidad de anulación del ser humano.

Y es que, cuando se aparta a un niño de su auténtica Identidad, cosa que provocan los que le rodean y su entorno cultural, lo que ocurre es que ese niño se siente abandonado. Como consecuencia, solo encuentra sentido a su vida desde dentro de su propia tribu, entre similares. Todos ellos sin Identidad, por supuesto. Y más triste aún, todos ellos sin nadie que les ayude a encontrarla.

Niños abandonados filosóficamente a su suerte, que han perdido la motivación por cualquier cosa, y que se han convertido en adolescentes completamente descentrados y apáticos. Están alienados y desconectados de sí mismos.

Y, como en esta época actual, solo nos tenemos a nosotros mismos, es decir, que nadie cuida de nadie; entonces estos adolescentes, como han perdido su Identidad, tampoco se cuidan a sí mismos. Por tanto, la “nada” más inhumana delinea sus vidas.

Con este panorama, lo más conveniente sería que encontraran su propia Identidad, pero no saben dónde buscarla y me temo que no están abiertos a encontrarla. Tampoco sus padres saben cómo ayudarlos de forma efectiva para lograrlo.

¿Qué hacemos con ellos, pues: nos ocupamos, nos preocupamos o nos despreocupamos?

José Carlos Arroyo

Terapeuta filosófico, coach y escritor.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Alienación parental e Identidad

 

En líneas muy generales, la alienación parental se da cuando uno de los progenitores emplea una serie de estrategias basadas en un lenguaje despectivo y en acciones manipuladoras para que sus hijos destruyan los vínculos afectivos que mantienen con el otro progenitor, y así estos se alejen física y emocionalmente de él. Se suele hacer, por ejemplo, porque se busca obtener la custodia exclusiva, por celos, por una nueva relación sentimental del otro progenitor, o para fastidiarle la vida a este.
Aparte de haber hombres que se alienan a sí mismos separándose voluntariamente de sus propios hijos, la estadística nos dice que en un tanto por ciento altísimo es la madre la alienadora. Lo que ella hace es “lavar el cerebro” de sus hijos al menos de tres formas claras: o diciéndoles, por ejemplo, que papá es malo, que nos ha abandonado, que tiene familia nueva, o que no nos quiere; o bien, diciéndoles que cada vez que se van con papá y su nueva familia, mamá sufre y se pone muy triste, llegando, incluso, a llorar delante de ellos; o más grave aún, impidiendo que el padre esté presente en la vida de sus hijos.
Además de su nula moral y del mal que crea en sus propios hijos, este progenitor alienador, sea hombre o mujer, es capaz, incluso, de engañar y manipular a su todo su entorno humano para que le den la razón y hablen mal del progenitor alienado.
Como puedes intuir, es un asunto filosófico en toda regla. Por tanto, ¿cómo afecta filosóficamente este mal a la identidad de los niños? Para que una persona viva de acuerdo a su propia identidad, necesita tener claro “quién es”. Este “quién es” está determinado por su genética y por su entorno cultural. Si se manipula a un hijo para que aparte de su vida a uno de sus padres, tanto la parte genética como la parte cultural se verán mermadas de forma considerable. De esta manera la identidad del niño comenzará a transformarse en una nueva identidad falsa e impuesta por el alienador y basada en unas creencias fuertemente infundadas.
Esto es así, porque funcionamos bajo el ciclo: “acción, sentimiento, valor, acción...” Es decir, que el alienador dice o hace algo, los hijos tienen unas sensaciones al respecto, estas les generan unas valoraciones con las que interpretan eso que han oído o visto, y actúan de nuevo de una determinada manera. Así van construyendo su jerarquía de valores y su identidad, y así viven y vivirán.
De ahí que quien manipula, aparte de no solucionar su propio vacío existencial, intoxica a sus hijos para que les ocurra lo mismo. Se olvida completamente del bien de ellos y se centra en el suyo propio para intentar ser feliz a costa de crear infelicidad en otros. Altísimo egoísmo puro y duro.
Hijos a los que se estaría educando en la mentira y en la manipulación, y que quizá se den cuenta demasiado tarde de ello. Cuando esto ocurre, ninguna de las vidas implicadas tiene sentido, ni las de ambos progenitores ni, por supuesto, las de sus hijos. Todo es falso y ese mal repercute, en última instancia, en toda la sociedad.
¿Y tú, cuidas la identidad de tu hijo?

José Carlos Arroyo Sánchez

Terapeuta filosófico, coach y escritor

jueves, 8 de mayo de 2014


Algo que considero fundamental en la educación de nuestros hijos es que no integren en sus vidas que parte de sus tareas educativas y domésticas son aburridas y tediosas, porque entonces la postergación pasará a ser uno de sus valores.
¡Enseñémosles a pensar y no como castigo en un rincón!

miércoles, 23 de abril de 2014


¿Cómo se puede elevar la autoestima de un niño con TDA-H?
Una de las claves es que cuando el niño haga algo, los padres valoren más el proceso que el resultado. Les conviene mucho educarlo para que disfrute del proceso y reinterpretar el resultado si este no es del agrado del niño. Han de conseguir que el niño comprenda que se le valora a él y no solo a lo que haya realizado.
Si bien, conviene mucho prepararlo para “ser” mejor. Es lo más efectivo a largo plazo. Ya se encargará la sociedad y la cultura de prepararlo para “tener” más. Es decir, como les conviene mucho que su hijo viva de acuerdo a su propia identidad, han de facilitarle que desarrolle su propio potencial intrínseco. Potencial que es peculiar del niño y que quizá no tiene nada que ver con el que los padres desearían que fuese.
Por tanto, necesitarán saber con claridad cuál es ese potencial intrínseco y hacer que la vida del niño pivote alrededor de él. Cuanto más cercanas estén las acciones que el niño realice hacia su potencial, más estará viviendo de acuerdo a su propia identidad. Por tanto, mejor le saldrá todo lo que haga. Como consecuencia final, se sentirá plenamente confiado en sus posibilidades. Cualquier persona que alcanza la excelencia con sus acciones es porque las ha realizado de acuerdo a su propia identidad.
Ahora bien, si el niño ya tiene la autoestima baja, entonces los padres tendrán que escucharlo y observarlo. Solo así hallarán los juicios despectivos y las creencias limitadoras que hacen que esa autoestima esté baja. A partir de aquí, tendrán que reinterpretar dichas creencias para que los juicios desaparezcan. Complicarse a cambiar el comportamiento es muy difícil por no decir imposible. Es más efectivo cambiar lo que provoca ese comportamiento, que son sus juicios y sus creencias.

Lo mejor para esta labor es hallar, repito, ese potencial intrínseco que posee el niño, hallar en qué es bueno, saber qué le hace feliz, identificar cuáles son sus valores y, por supuesto, apoyarlo sin concesiones. Solo así sabrán qué es lo que le apasiona a su hijo y qué es lo que le hace emplear toda su energía positiva, toda su inteligencia y todo su amor en eso que le apasiona.
Otro aspecto es el refuerzo. Por ejemplo, si un niño saca un notable alto en dibujo y un insuficiente en matemáticas, ¿qué reforzarán sus padres con clases particulares? Las matemáticas. Lo que peor se le da. ¿Con qué alcanzará la excelencia, con las matemáticas o con el dibujo? Con el dibujo. Lo que mejor se le da. ¿Qué se debería reforzar? …
Los padres han de tomar conciencia de que reforzando lo bueno se mejora lo peor.

viernes, 18 de abril de 2014

¿Cómo podemos detectar los padres que nuestros hijos tienen algún problema de autoestima?
La falta de confianza en sí mismo es un gran indicador de que su autoestima está mal. Muestra inseguridad ante cualquier reto que se le presente. Suele negarse a realizar las cosas. "No sé" son sus palabras favoritas. Suele ser pesimista, pues sus retos son serias cargas mentales. Está convencido que no le saldrán bien las cosas y, por tanto, no le saldrán porque no estará enfocando su energía, ni utilizando toda su inteligencia y, por supuesto, lo estará haciendo sin pasión.
El entusiasmo por superarse ha desaparecido de su vida. Al no confiar en sí mismo, porque se le ha apartado de su identidad, que está directamente relacionada con su potencial intrínseco, necesitará fijarse en cómo lo hacen los demás. Es decir, que buscará modelos fuera de sí mismo, que es otro de los indicadores claros de falta de autoestima.
Un niño, por ejemplo, que no confíe en sus propias posibilidades para hacer un dibujo en clase, se fijará en cómo lo dibuja el compañero. Así podrá garantizar que le saldrá bien. Buscará solucionar sus retos tal y como los solucionan los demás. El problema es que pondrá las soluciones fuera de sí mismo y quedará a expensas de su exterior. ¿Qué pasará cuando estos le fallen? Se sentirá perdido, abandonado y buscará inmediatamente a sus padres para sentirse arropado. Se siente inseguro.
¿La solución? Que sea capaz de vivir de acuerdo a su propia identidad.

miércoles, 26 de marzo de 2014



¿Son responsables los padres de la baja autoestima de sus hijos?

Por una parte, la gran mayoría de padres suelen cometer el gran error de comparar a su hijo con otros niños. Por otra, no tienen más remedio que educarlo de acuerdo a unas normas sociales, y a unos modales y modelos de comportamiento.
Estos dos aspectos provocan que poco a poco el niño se vaya apartando de su auténtica identidad y vaya construyendo una identidad que viene impulsada desde su exterior. Si él quiere ser de una determinada manera y sus padres y educadores lo corrigen, entonces intentará actuar tal y como estos le dicen. Es decir, que no le dicen al niño que sea, sino que sea de una determinada manera.
Sin embargo, como más a gusto se sentiría el niño es viviendo de acuerdo a su autenticidad. Pero esto no le sirve a los padres, ya que lo corrigen constantemente, por lo que el niño entiende que ser auténtico no es lo correcto, que no es bueno. Lo mejor es, pues, ser como sus padres le dicen. Pero cuando actúa así, también comete errores. Por tanto, en esos momentos el niño se siente abandonado de sí mismo y de sus padres. Como consecuencia, su diálogo interior sería algo así: las cosas no me salen bien, no valgo para hacerlo, no lo hago bien, no debo confiar en mí mismo, como siga así no me querrán... Como se puede apreciar, una gran variedad de juicios despectivos y limitativos que el niño se hace a sí mismo.
De manera que cuando el niño hace algo, busca el cariño, el amor y la aprobación en sus padres. Si le sale bien, lo recibe, mientras que si le sale mal, no. En este sentido, su autoestima pasa a depender de su exterior y no de su interior, cuando la propia palabra “autoestima” se refiere claramente al interior.

sábado, 22 de marzo de 2014

El TDA-H como Activo

Identidad y Autoestima en Mibebé y yo.


¿Cómo fortalecer la identidad del niño y potenciar su autoestima? El filósofo y coach, José Carlos Arroyo, nos da algunas pautas a través de un entrañable relato.
http://www.mibebeyyo.com/ninos/salud-bienestar/psicologia-infantil/identidad-autoestima-hijos
​David es un niño de cinco años de edad. No tiene hermanos. No está diagnosticado como TDA-H, aunque presenta varios síntomas que le hacen pensar a su madre que quizá sí lo sea. Es muy despistado, se accidenta en demasía, pierde muchas de sus cosas, nunca ha dormido bien, no duerme más de nueve o diez horas diarias y no se ha echado nunca la siesta, por ejemplo. Nada que parezca muy serio.

Sin embargo, cuando Nuria, la madre y asistente al taller, me explicó el día a día de David, enseguidapercibí en él una baja autoestima, inseguridad, celos, rebeldía, agresividad, así como el famoso trastorno negativista desafiante, que no es otra cosa que desafiar constantemente a la madrecada vez que ésta le manda hacer algo. No sólo se niega, sino que incluso la "chulea". Se va a su habitación dando portazos, pega patadas a la mesa, tira cosas, o se pega a sí mismo, por ejemplo. Sólo tiene cinco años y la madre ya no sabe qué más hacer.

En su corto período de vida, David ha visto cómo sus padres se separaban cuando él tenía tres años. Y, como él, la gran mayoría de niños diagnosticados con TDA-H. La madre se encarga de laeducación y crianza del niño en exclusiva. El padre vive en otra ciudad y lo ve muy poco. Nuria insiste en que ha de verlo más, pero él ha decido estar presente en la vida de su hijo cuando le apetece. Eso ha provocado que sea la madre la única que trabaje la afectividad del niño.

Cuando David se va con su padre lo hace llorando y creando muchos problemas. El padre se desespera y ese momento entre padre e hijo no es bueno para ninguno de los tres. ¿Qué ocurre con esto? Pues que David se desconecta de su propia identidad porque su madre le "obliga" a ir con su padre. Para el niño, es la madre la que quiere que vaya con el padre. Él no quiere ir, prefiere quedarse con su madre, pero ha de ir. Por tanto, se ve obligado a hacer algo que no desea, algo que no quiere que forme parte de su vida.

De manera que el niño desafía al padre hasta que éste se desespera llevándole de nuevo con la madre o llamándola por teléfono enseguida para ver qué hace. El padre ha optado por ver menos a su hijo y a éste le da absolutamente igual. Se lo lleva a dormir a su casa una noche al mes, como mucho, y habla por teléfono con el niño una vez cada dos semanas, más o menos.

Aspectos que afectan al niño
Se dan varios aspectos que atacan directamente la afectividad del niño. En primer lugar, el niñoquerría que los padres vivieran juntos y que fueran felices. Como esto no puede ser, el niño ve que no se le da todo el cariño y el amor que necesita. En palabras de la madre, sólo se lo da ella, porque el padre es poco cariñoso. Lo basa en que cuando se separan, se van a vivir a ciudades diferentes, a unos cien kilómetros de distancia. El hijo se desconecta más aún del padre y, por tanto, es la madre la que pasa a cubrir todas las necesidades de educación, de crianza y afectivas de David.

Además, cada vez que se va con su padre, la madre le dice que se lo pasará bien, que su papá le quiere mucho, que será feliz, etcétera. Pero esto no ocurre, con lo que el niño comienza a entender las cosas de una determinada manera: mi mamá me dice esto, pero no me dice la verdad, me engaña. Yo no estoy bien con mi padre y mi mamá me obliga a ser de una determinada manera. Es decir, que la afectividad de David queda seriamente dañada. Le falta el cariño del padre y siente que la madre lo abandona.

Es más, debido al mal comportamiento del niño con el padre, la madre le riñe por esto. Lo que para David significa que mi mamá me obliga a ir con mi padre. Yo no quiero. Protesto porque quiero ser auténtico. A mi mamá no le debe gustar que sea auténtico. Me siento abandonado y mi afectividad se ve dañada.

Cuando David vuelve de pasar un día con su padre, porta en su interior ira acumulada que suelta con la madre. Viene alterado, negativista y desafiante. Este estado dura varios días, con lo que el niño no se comporta de forma adecuada en muchas situaciones cotidianas. Al principio, se aislaba de sus compañeros de clase, jugaba solo. Ha mejorado bastante en este aspecto y ahora ya juega y tiene amigos. Sin embargo, durante estos estados de ánimo, se pelea con ellos descargando su ira.

La reacción de la madre
Cuando esto ocurre, la madre le dice que se ha de comportar bien y ser buen niño. Como no lo consigue, la madre y él discuten bastante a menudo. Ella está muy cansada. A veces, está estresada y a la mínima se altera con David en demasía. De esta manera, la afectividad del niño continúa bajo mínimos, pues es la madre la que la trabaja.

Al niño no se le dice que sea de una determinada manera, se le dice que se ha de comportar bien, que todos lo hacen, que si no se comporta bien no le querrán, no tendrá recompensas, etcétera. Entonces al niño no le queda otra alternativa que desconectarse de su centro esencial. Para él, pasa a ser mucho más importante su existencia que su esencia. Pero resulta que su existencia será buena si se comporta de forma correcta, si se comporta tal y como le dice su madre. Es decir, que las recompensas y, sobre todo, el amor le vendrán del exterior. Por tanto, su afectividad queda a expensas de lo que venga de fuera.

¿Qué pasa cuando a David le falla dicho exterior? Pues que se queda totalmente descolocado, sin nada a lo que agarrarse, abandonado. Su autoestima baja en ese momento de forma considerable y reacciona a las cosas que le van ocurriendo con impulsividad y negatividad.

Para David, él es el culpable de todos sus males y así va construyendo su nueva identidad. Su diálogo interno será algo así: si quiero ser tal y como soy y no lo hago bien, mi mamá se enfada. Si pretendo ser como ella me dice y no lo consigo, también se enfada. Sin embargo, mi mamá me quiere mucho, me lo demuestra cada día. No entiendo nada.