MI MIEDO Y YO
Con “mi Miedo” me he topado. Pensaba que
había desaparecido, pero no, sigue ahí. Creo que lo mejor será que lo acepte,
pues forma parte de mí como ser vivo que soy. Eso sí, cuanto más aparece, menos
vivo me siento. De hecho, cada vez que lo hace me mata un poco. Y no solo el
miedo físico me acompaña como si fuera mi propia sombra, sino que también tengo
un miedo mental. El físico, al fin y al cabo, me protege, pero el mental, ¿de
qué me protege el mental? ¿Será quizá lo contrario de la Libertad? Dicen que al
otro lado del miedo se consigue lo que se desea. Tendré que comprobarlo. Usaré
el Amor como arma.
Para colmo, aparece la dichosa crisis para
instalarse en mi vida y se alía con mi miedo. Sí, sí, tiene esa habilidad, no sé
muy bien cómo lo hace, pero lo consigue. De hecho, la crisis no tiene ningún
tipo de temor para aliarse con el miedo. Se autoabastecen. Es un matrimonio
perfecto. ¡Y, además, permito que vivan conmigo!
Ahora que lo pienso, esto debe de ser así
porque tanto “crisis” como “miedo” son conceptos y no seres vivos, aunque
tengan la capacidad de matarnos en vida. ¿Esto quiere decir que si tuviéramos
un buen autoconcepto de nosotros mismos no tendríamos miedo? Pues quizá ahí
está la clave, sí. Cuanto más me conozca a mí mismo, más sabré hasta dónde
puedo llegar, más sabré dónde están mis límites, más prudente seré y más sabré
en lo que me tengo que aventurar y en lo que no.
Aún así, creo que a más de uno y de una les
interesa que su miedo esté presente, porque así no necesitan tener agallas para
ser libres y responsables. Estos suelen ser los que se centran en lo que no
depende directamente de ellos. Son los que viven en una continua preocupación
mental. Son los anti- proactivos, los reactivos que necesitan que otros les
solucionen sus problemas.
De manera que, aunque mi miedo me acompañe
a cada paso que dé, igual que lo hace mi corazón; voy a coger a uno de mis
filósofos preferidos, Epícteto se llama, y le voy a hacer caso. Esto lo repito
muchas veces, quizá hasta sea un poco pesado, pero es que tiene dos máximas que
por su sencillez son muy “fáciles” de aplicar.
Una dice que no percibo la realidad tal y
como es, sino como yo interpreto que es. Claro, el miedo aparece y me dice que
la realidad es de una determinada manera. La que a él le interesa. Pues no, “mi
miedo”, te voy a desafiar. Voy a entrenarme a cada momento a aceptar la
realidad tal y como es. Y lo conseguiré seguro porque, si en lugar de
interpretar y juzgar esa realidad, simplemente la observo, entonces no aparecerás.
Y la otra máxima, dice que me esfuerce en
lo que realmente depende de mí. ¿Y qué es esto? Ah, sí, mi propio Ser. ¡Curioso
es, que todo lo que me preocupa tiene que ver con el Tener! Preocupación que no
es Ocupación. Tener que no es Ser.
¡Qué poco aparecerás “mi miedo”! Lo siento
por ti, pero no te quiero, aunque tenga que aceptar que formas parte de mí. Y
si apareces, pues te observaré sin pestañear hasta que te difumines.
¡Que sepas, “mi miedo”, que quiero ser
feliz cada día!
J. Carlos Arroyo
Orientador filosófico, coach y escritor