Una persona vive de acuerdo a su propia identidad cuando desarrolla su propio potencial. Cuando lo hace es capaz de lograr prácticamente todo lo que se proponga. Conoces a muchas personas así. Lo consigue porque enfoca toda su energía, utiliza toda su inteligencia y entrega todo su amor a desarrollar ese potencial porque eso le apasiona. Entonces entra en estado de flujo y disfruta de lo que está haciendo.
La filosofía para niños que yo practico va en esta línea. Si bien, trabajamos también el espíritu crítico del niño para que se pueda convertir en un ciudadano moral que sepa solucionar sus conflictos dialogando de forma asertiva. Para ello, opinamos y debatimos entre todos sobre conceptos educativos tales como: amor, mentira, miedo, violencia, libertad, atención, esfuerzo, etcétera. Todos ellos fundamentales para sentirse pleno interiormente y para disfrutar felizmente de la vida.

viernes, 30 de enero de 2015


LA CUENTA EMOCIONAL
Cuando nuestros hijos nacen, e incluso antes, abrimos una cuenta emocional con ellos que durará toda la vida. En esta cuenta vamos realizando imposiciones y reintegros a diario. Es obvio que cuantas más imposiciones realicemos más aumentará nuestro capital emocional. En cambio, reforzar lo negativo, demostrarles que hacen las cosas mal, no escucharles, o pegarles, por ejemplo, debilita la cuenta. Si esto lo hacemos cada día, esa cuenta estará en números rojos cuando lleguen a la adolescencia. En ese momento, pensaremos en algo grande que hayamos hecho mal y como, en el mejor de los casos, no recordaremos nada, entonces no encontraremos respuestas. Ahora bien, si recordáramos esos pequeños reintegros que hacíamos a diario, entenderíamos por qué esa cuenta emocional está como está.
En este sentido, uno de los motivos que más debilita la cuenta es cuando los padres discuten entre sí delante de sus hijos. Este acto, además de debilitar la cuenta, colabora enormemente a la atrofia general de la inteligencia emocional de todos. Aún así, parece que les da igual, porque lo importante en estos casos es hacerse daño emocional mutuo, ocupándose bien poco de mejorar la salud emocional de sus hijos. En el caso de padres separados más aún, ya que éstos saben que la propia separación debilita la cuenta considerablemente.
¿Por qué se hacen, entonces, chantaje emocional entre sí utilizando a sus hijos? ¿Por qué se empeñan en atrofiarles su inteligencia emocional? ¿Qué ganan?
En cambio, si tu idea es mejorar emocionalmente a tus hijos, entonces te conviene saber que la inteligencia emocional según Daniel Goleman es: la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos, los sentimientos de los otros, motivarnos, y utilizar adecuadamente las relaciones que mantenemos con los demás y con nosotros mismos.
La buena noticia es que puedes entrenarla y perfeccionarla a través de cinco competencias emocionales: autoconocimientoautorregulaciónautomotivación,empatía y habilidades sociales. Esta última es la consecuencia de las otras cuatro y es a través de la que muestras a los demás en qué nivel se encuentra tu coeficiente emocional.
¿Qué inteligencia crees que utilizas más a diario: la racional o la emocional? Los estadounidenses, que lo estudian todo, dicen que utilizas la emocional entre un setenta y un ochenta por ciento. Porcentaje que se ve aumentado si lideras personas.
¿Cuál de las dos se educa más en la escuela? Si puedes mirar el horario educativo de tu hijo o de tu hija hallarás la respuesta, si aún no la sabes. ¿Quién enseña y educa, pues, a tus hijos a ser inteligentes emocionalmente? Tú, evidentemente pero, ¿cuánto tiempo dedicas al día a pensar en tus propias emociones y sensaciones? Es obvio que si no las conoces y no las piensas, no las sabrás gestionar adecuadamente. ¿Serás entonces capaz de reconocer y educar las de tus hijos para aumentar el capital emocional de la cuenta?
Miguel de Unamuno nos dijo algo que resume todo esto que acabas de leer: «Piensa el sentimiento, siente el pensamiento». ¿Lo haces?

J. Carlos Arroyo Sánchez
Orientador filosófico, coach y escritor.


Lo que pretendo como niño


Lo que pretendo es llegar lejos sin ir deprisa,
pero la sociedad de la inmediatez y el relativismo me asfixia.
¡He de potenciar mi paciencia!

Lo que pretendo es diferenciar lo importante de lo urgente,
pero los estímulos del exterior me seducen.
¡He de trabajar mi desarrollo personal!

Lo que pretendo es perseguir mis sueños y hacerlos realidad,
pero la apatía popular debilita mis expectativas.
¡He de luchar!

Lo que pretendo es potenciar mi mente y mi espíritu,
pero mi imagen y mi entorno me dominan.
¡He de conocerme a mí mismo!

Lo que pretendo es disfrutar de mi libertad,
pero no paro de quejarme continuamente.
¡He de potenciar mi responsabilidad!

Lo que pretendo es progresar y evolucionar,
pero mis creencias no me dejan.
¡He de reinterpretar!

Lo que pretendo es transitar mi camino disfrutando del paseo,
pero algunos de los que me rodean me empujan y me hacen caer.
¡He de saber levantarme!

Lo que pretendo es diferenciarme para dejar de ser convencional,
pero mi poco atrevimiento y mi cultura lo dificultan.
¡He de vencer mis propios miedos!

Lo que pretendo es aprovechar al máximo mi vida,
pero me encanta la pasividad.
¡He de actuar!

Lo que pretendo es emocionarme y apasionarme por todo,
pero mi razón aplica rápidamente su férula.
¡He de guiarme por mi corazón!

Lo que pretendo es disfrutar de lo bella que es la sencillez,
pero mi poca atención me distrae.
¡He de aprender a escuchar!

Lo que pretendo es aprender cada día de ti,
pero mi ego me domina.
¡He de reconocer mi humildad!

Lo que pretendo es vencer en soledad mis malos momentos,
pero me abandono al placer inmediato y no lo consigo.
¡He de dejar de autoengañarme!

Lo que pretendo es ayudar y facilitarle la vida a los demás,
pero convierto sus retos en mis necesidades.
¡He de eliminar el apego!

Lo que pretendo es ser un espíritu crítico y moral,
pero los políticos y el dogmatismo anulan mi conciencia.
¡He de pensar!

Lo que pretendo es dar siempre el máximo de mí,
pero en ocasiones me excedo ocasionando mal.
¡He de autorregularme!

Lo que pretendo es tener clase y alcanzar la excelencia,
pero los envidiosos tratan de desvalorizarme continuamente.
¡He de resistir el daño emocional!

Lo que pretendo es no tener enemigos y ser buena persona,
pero no siempre lo consigo y sufro por ello.
¡He de entender que no depende solamente de mí!

Lo que pretendo es decir “no” sin herir a los demás,
pero no sé cómo hacerlo.
¡He de ser asertivo!

Lo que pretendo es sacar lo mejor de ti,
pero no expresas tus sentimientos y opiniones.
¡He de saber preguntar!

Lo que pretendo es reconocer mi vulnerabilidad,
pero el miedo al fracaso social me paraliza.
¡He de trabajar mi interior!

Lo que pretendo es vivir de acuerdo a mis valores,
pero no puedo prescindir de lo material.
¡He de potenciar mi autenticidad!

Lo que pretendo es saber aceptar las críticas,
pero el pánico a reconocer mis errores me lo impide.
¡He de reírme de mi propia vida!

Lo que pretendo es tratar a las personas como fines en sí mismas,
pero mi egoísmo hace que las trate como medios.
¡He de ser ético!

Lo que pretendo es que el verdadero amor forme parte de mi vida,
pero no estoy dispuesto a dar sin pedir nada a cambio.
¡He de ser un generoso incondicional!

Lo que pretendo, en definitiva, es ser feliz,
pero busco esa felicidad fuera de mí.
¡He de encontrarle un sentido a mi vida!

J. Carlos Arroyo Sánchez
Orientador filosófico, coach y escritor 

viernes, 16 de enero de 2015





EL AMOR VERDADERO

La propia palabra “verdad” lo dice. No es un amor ilusorio o ideal, sino que es el amor sincero. Es aceptar la verdad del otro. Aceptar su realidad tal y como es. De hecho, es fundamental amar la verdad de forma radical, sin concesiones. Todo lo demás es autoengaño.
¿Por qué no se consigue? Por la incapacidad de aceptar al otro tal y como es. Así de simple. La inmensa mayoría de los problemas que tenemos con nuestros hijos tienen como base común la incapacidad de aceptación. Y no solo de aceptar al otro, sino también la no autoaceptación. Esto es debido a que siempre nos estamos exigiendo y juzgando: que si debería de haber hecho esto, que si debería de haberle dicho lo otro... No aceptar es no querer ver, es engañarnos a nosotros mismos.
Peor aún, si creo que no soy digno de aceptación, entonces mi reacción será: no me ven, no me prestan atención, parezco invisible, no me cuidan... ¡Imagínate la de energía positiva que dejaríamos de perder si fuéramos capaces de aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos, e hiciéramos lo propio con nuestros hijos o con la persona a la que amamos! Y es que ahí precisamente radica la perfección: no en pretender ser los mejores y parecerlo, sino en dar el máximo de nosotros mismos.
El amor verdadero, el real, es el perfecto.
Ahora bien, el amor en la pareja, por ejemplo, como todo en la vida, no es permanente, va cambiando. Y si no sabemos aceptarlo, entonces nos resistimos a soltar el amor pasado, que solemos confundirlo con la pasión amorosa, lo que nos provoca mucho sufrimiento. Si el amor verdadero y la pasión coincidieran, entonces estaríamos hablando de plenitud amorosa. Sin embargo, se llegan a romper muchas relaciones precisamente por no saber desprenderse de ese pasado. ¡Piénsalo!
¡Y es que si supiéramos ver y aceptar que lo impermanente es lo que nos renueva cada día, qué felices nos sentiríamos! Nos olvidaríamos del pasado, no nos crearíamos expectativas ilusorias de futuro y aceptaríamos el presente tal y como es. Las cosas y las personas son como son, no como nosotros querríamos que fueran. ¡Vuelve a leer esta última frase, por favor! Estoy seguro que en más de una ocasión no aceptar esta premisa te ha creado mucho sufrimiento.
Para terminar, me gustaría decir que aceptar no es resignarse. Que yo me acepte tal y como soy, y que acepte que mi realidad es la que es y que no tengo control directo para cambiarla, no quiere decir que no pueda ser un soñador. Ser un soñador es fundamental para tener unos deseos que perseguir.
Desear y amar de forma verdadera a nuestra pareja, a nuestros padres, hijos, amigos, etcétera, es muy bueno. Lo malo es pensar que son posesión nuestra y que así han de permanecer para siempre. Ahí está la clave. Por eso, quien ama profundamente no tiene necesidad de poseer a otras personas o a otras cosas, y lo demuestra cada día.
¿Has amado de forma verdadera alguna vez?

José Carlos Arroyo.
Asesor filosófico, coach y escritor.

jueves, 8 de enero de 2015

ARTÍCULO EN EL QUE HABLO SOBRE ALIENACIÓN PARENTAL PUBLICADO EN LA REVISTA "PSICOLOGÍA PRÁCTICA" EN EL MES DE ENERO DE 2015.






jueves, 1 de enero de 2015


LA OTRA EDUCACIÓN

Siento deciros, hijos míos, que el sistema educativo actual está obsoleto y que no cambiará. Así que dedicaré mis esfuerzos a educaos de otra forma distinta a la convencional. Mi misión como padre será, pues, educaros para “ser”. Ya se encargará la cultura y la sociedad de hacerlo para “tener”.
En este sentido, os educaré para que comprendáis que sois únicos, que poseéis un potencial intrínseco que os diferencia de los demás. Eso sí, como ellos también son únicos, así deberéis tratarlos. Tendréis, pues, que respetarlos y exigirles asertivamente que ellos hagan lo mismo con vosotros. Por tanto, os educaré para que os aceptéis a vosotros mismos tal y como sois, y a que hagáis lo propio con los demás y con la realidad. Ahí radica vuestra identidad, de la que intentaré no apartaros. Cometeré errores, por supuesto, pero aprenderé de ellos.
Como os ayudaré a diseñar el camino para llegar a ser lo que queráis ser, os inculcaré que necesitaréis esforzaros en lo que depende directamente de vosotros. Por tanto, os educaré para que no tengáis miedo a la libertad, aunque os encontraréis a muchos que intentarán impedirlo para su propio interés. Es decir, que tenéis el derecho a vivir la vida que os dé la gana vivir. Eso sí, sin causar mal y sin hacerlo a costa de nadie. Además, es muy probable que en algún momento de vuestras vidas haya alguien que dependa de vosotros, por lo que no deberéis olvidar nunca la responsabilidad que esto supone.
Por otra parte, os educaré para que no os empequeñazcáis, aunque esto solo lo lograréis cuando tengáis un exhaustivo autoconocimiento, ya que ahí comienza la auténtica libertad y la justa autovaloración. De igual forma, os educaré para que no presumáis de vosotros mismos, ya que si lo hacéis, los demás os utilizarán para su propio interés.
Os educaré para que siempre tengáis la mente abierta. Así sabréis escuchar y ser creativos. Una mente que os permitirá soñar alto para progresar y que os hará tener los pies en la tierra.
Os educaré para que sepáis comprender vuestros sentimientos más profundos, pues estos nunca os engañarán. Disfrutaréis, pues del amor verdadero. Es decir, que os educaré para que seáis fieles a vuestra verdad, para que seáis auténticos, para que os améis. Solo así podréis apostar por el “valor” y no por el “éxito”. Para ello, memorizad estas cuatro As, por favor: Actitud, Atención, Afectividad y Autenticidad. Ya os las iré explicando poco a poco con mis acciones cotidianas.
En definitiva, os educaré, y sé que no me equivoco, para que viváis de acuerdo a vuestra propia identidad, que es el mejor regalo que os ha dado la naturaleza. Por lo que os ayudaré a que comprendáis que esto se consigue cuando desarrolléis lo que más os apasiona. A partir de ahí, tendréis que enfocar toda vuestra energía, toda vuestra inteligencia y todo vuestro amor a desarrollar esa pasión, a desarrollar ese potencial intrínseco. En él radica vuestra excelencia.
Para terminar, cuando algo de esto no lo entendáis, ¡preguntadme, por favor! De la pregunta se alimenta el aprendizaje y la sabiduría.

José Carlos Arroyo Sánchez
Orientador filosófico, coach y escritor